Las huellas aún están frescas. Los soles y el perfume de la tierra están de luto. La vieron pasar tántas veces buscando rostros sufridos para acariciarlos con su gesto de ternura.
Doña Selva es una de tantas militantes de la vida que abrigó en su alma el deseo de servir. Esa intercesora incansable entre los que pueden y la inefable existencia de aquellos que no son oídos aún cuando su dolor grite con fuerza.
Ahora se dibuja el silencio para muchos en la anhelante espera de encontrar otros corazones con el mandato de acordarse de los que menos tienen.
Alguien podrá hablar de su militancia política. Yo quiero reivindicar al ser humano que tenía tiempo para ver al otro, los miles de seres anónimos que extendían su mano o buscaban ser escuchados.
Sí, doña Selva, sus huellas están aún frescas. El viento acariciando los quimiles y los quetubíes cantan con dolor por su ausencia.
Hugo F. Rodríguez
Diario El Liberal 3/3/09 sección El buzón de los bandeños.
Otras notas: Lidia Grana de Manfredi - 8 y 9/3/09